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Las Vidas de los Santos
y Fiestas Litúrgicas

San Pío de Pietrelcina

Presbítero Capuchino

23 de septiembre

Francesco Forgione, ése era su nombre y nació en Pietrelcina (Benevento) en la Campania italiana el día 25 de mayo del año 1887, siendo hijo de Gracio Maria Forgione (el tío Gracio) y de Maria Josefa de Nuncio (Mamma Peppa), los cuales eran unos campesinos que tenían unas pequeñas posesiones y que tuvieron siete hijos. Su padre era fuerte, inteligente y tenía fama de hospitalario y cordial con todo el mundo y su madre era una mujer generosa, sacrificada y tenía un especial gracejo. Fue bautizado al día siguiente de su nacimiento.

El pueblo donde Francesco había nacido era una aldea pequeña y sus habitantes se dedicaban básicamente a la agricultura y a la ganadería y eran además profundamente creyentes. En este ambiente creció Francesco como un niño normal, que no demostraba ningún signo extraordinario, aunque era estudioso, dócil y reservado. De vez en cuando pasaba algún fraile recogiendo limosnas y esto despertó primero curiosidad en él y más tarde un profundo amor hacia la figura de San Francisco de Asís y hacia la Orden Capuchina. Se dice que tenía un gran talento, que estaba dotado de un gran sentido del humor y que, aunque reservado, era muy cordial. Él hablaba perfectamente el dialecto de la comarca y muchas veces en sus conversaciones lo mezclaba con el italiano.

Con dieciséis años de edad ingresó en el noviciado de los frailes capuchinos de Morcone y después de hacer unos días de ejercicios espirituales, tomó los hábitos y cambió su nombre por el de Pío. Cuando Francesco (ya Pío) entró en los capuchinos, su padre emigró a los Estados Unidos buscando una mejor situación económica, pero años después, volvió a Italia. Ambos, padre y madre, murieron en San Giovanni Rotondo (Foggia) cuando ya su hijo vivía en este convento y allí, en el cementerio, están sepultados. Cuatro años más tarde (1907) pronunció los votos solemnes: un año de noviciado, profesión simple y a los tres, profesión solemne. Fue ordenado sacerdote en la catedral de Benevento el día 10 de agosto de 1910 y cantó su primera misa en su pueblo natal cuatro días más tarde.

Desde 1909 a 1916 su salud se resiente seriamente hasta el punto de que llegó a temerse por su vida. Parece ser que fue atacado por la tuberculosis, pero realmente no existe ningún documento médico que así lo indique. Como realmente estaba enfermo, aunque ya era fraile y sacerdote, se ve obligado a vivir fuera del convento. Él donde mejor se encontraba era en su casa, en su pueblo y allí ayudaba al párroco en las tareas pastorales. En el año 1916 se ve obligado a ir a Nápoles a realizar el servicio militar, pero su estado de salud convence a los médicos de que Pío no estaba capacitado para cumplir con sus deberes militares. Más tarde, habrá de ir otra vez.

Cuando estaba fuera del convento, en alguna ocasión sus superiores le requerían para que regresara, pero él, realmente, se sentía mejor en su pueblo. En este tiempo en que está enfermo, el padre Pío empieza a sentir fuertes dolores en las manos y en los pies y el día 8 de septiembre de 1911 (un año después de haber sido ordenado sacerdote), le confiesa a su director espiritual, el padre Benito de San Marcos, que tenía unos estigmas invisibles desde hacía cosa de un año que eran los que le producían los terribles dolores de las manos y de los pies. El 10 de octubre de 1915 le revela también a su director que desde hace años sufre los dolores de la coronación de espinas y de la flagelación.

El día 17 de febrero de 1916 los superiores lo enviaron al convento de Santa Ana en Foggia y el 28 de julio del mismo año, para hacerle más llevadero el calor que había en Foggia, como estaba tan delicado de salud, lo envían una semana al convento de San Giovanni Rotondo, convento situado en las inmediaciones del Monte Gargajo. De allí vuelve a Foggia pero unas semanas más tarde obtiene que lo devuelvan a San Giovanni. Este convento, que estaba a las afueras del pueblo, era muy modesto; había un sendero de piedra entre el convento y el pueblo y aunque durante toda su vida el padre Pío fue visto en diversos lugares del mundo, lo cierto es que nunca salió de ese convento. El hecho de estar en un sitio y ser visto al mismo tiempo en otro muy distante no tiene otra explicación posible que el fenómeno místico de la bilocación (estar en dos lugares simultáneamente, al mismo tiempo). En sus cincuenta y dos años de vida en el convento, se dedicó al estudio, a atender durante largas jornadas a los penitentes que acudían desde todas las partes del mundo y a la celebración de la Santa Misa, que normalmente duraba varias horas y que celebraba con profundísimo fervor.

El 5 de agosto de 1918 experimentó el fenómeno de la transverberación, de forma similar a como lo había experimentado en otros tiempos nuestra Santa Teresa de Jesús y San Felipe Neri. Un misterioso personaje celestial le traspasa el corazón con una lanza ocasionándole una herida de la que siempre sangrará. El 20 de septiembre del mismo año ocurrió la estigmatización: ve de nuevo en el coro al misterioso personaje que chorrea sangre y así él se encuentra llagado en las manos, en los pies y en el costado. Desde ese momento San Pío de Pietrelcina lleva físicamente en su cuerpo los signos visibles de la Pasión de Cristo. Aunque sentía los estigmas desde el año 1911, físicamente aparecen en 1918.

La estigmatización no es un fenómeno frecuente y desde luego son poquísimos los casos que han sido reconocidos por la Iglesia. Por eso era normal que los frailes, sus superiores y la Iglesia se mostrasen preocupados sobre todo cuando este fenómeno trascendió fuera del convento. La noticia se difundió por toda Italia y miles de peregrinos empezaron a ir al convento atraídos por los carismas del Padre Pío. La Iglesia se alarma.

El 15 de mayo de 1919 por primera vez un médico, el profesor Luís Romanelli del hospital de Barletta, examina los estigmas del Padre Pío. El 26 de julio lo visita el profesor Bignami, patólogo de la Universidad de Roma y el 9 de octubre se expone a un examen profundo que le realiza el doctor Jorge Festa, enviado por la Curia General de la Orden. Sin embargo, en diversos medios persistían las dudas y las reticencias y así, el 17 de junio de 1923, el Santo Oficio tomó algunas medidas cautelares ordenando que en adelante, el Padre Pío celebrase la Misa en la capilla interior del convento y no en público y que no respondiera a las numerosas cartas que recibía de todo el mundo.

El 25 de junio, mientras celebraba misa en la capilla interior del convento, se desencadenó una sublevación popular por lo que deciden que desde el día siguiente volviese a celebrarla Misaen la iglesia, pero mes y medio más tarde le ordenan trasladarse a Ancona, cosa que no ocurre porque los habitantes del pueblo montaron guardia alrededor del convento para impedir su salida, incluso por la fuerza, si hubiese llegado el caso. Ante esto, la autoridad eclesiástica revoca la orden del traslado a Ancona y así, el Padre Pío pudo retomar su ministerio habitual. Sin duda contribuyó muchísimo su actitud de perfecta obediencia con la que cumplió a rajatabla todas las restricciones que sus superiores le habían impuesto.

En el año 1929 falleció su madre. En 1931 le imponen nuevas medidas disciplinarias: le prohíben ejercer el ministerio sacerdotal salvo la celebración de la Misa en privado. No podía confesar, ni recibir visitas, ni administrar los sacramentos, nada. Nuevamente lo soporta con obediencia y humildemente. Pero ante la reacción popular, no tienen más remedio que autorizarle nuevamente a que celebre Misa en público y un año más tarde, le autorizan de nuevo a confesar. En 1946 fallece también su padre, pero antes, el 9 de enero de 1940 comienzan los trabajos de la gran obra terrenal del Padre Pío: la construcción de la “Casa para el alivio del sufrimiento” y en 1956 se inaugura el hospital, perfectamente equipado y que se construyó y equipó y aun hoy en día subsiste gracias exclusivamente a las limosnas de los fieles. No tiene ninguna subvención de ningún estamento ni civil ni eclesiástico.

En 1959 se inaugura un nuevo templo en el que caben más de dos mil personas y en el que están los restos del santo. A partir de 1966, debido a su enfermedad, empieza a celebrar Misa sentado y el 22 de septiembre de 1968 celebra su última Misa. Lo hará como siempre, a las cinco de la mañana. Murió al día siguiente, 23 de septiembre, de madrugada, sentado en su celda y repitiendo incesantemente: “Jesús, María; Jesús, María.” Tenía ochenta y un años de edad. A sus funerales, que se celebraron tres días más tarde, asistieron más de cien mil personas. Fue sepultado en la cripta de la iglesia. El día 27 de septiembre se abrió la cripta a los fieles y se inició una peregrinación que aun hoy en día continúa. Por allí han pasado muchos millones de personas de toda edad, condición social, raza, credo, etc.

El día 20 de marzo de 1983 se inició oficialmente el proceso informativo en San Giovanni Rotondo. El 23 de mayo de 1987, el Beato Papa Juan Pablo II acude en peregrinación al Santuario y reza ante su tumba. Juan Pablo II lo había conocido mucho antes de ser papa, en el convento y el Padre Pío le profetizó que sería el sucesor de Pedro. Lo mismo le ocurrió al Siervo de Dios Papa Pablo VI antes de ser papa. El 21 de enero de 1990 concluyó el proceso de beatificación y en abril de 1997 fue declarado Venerable. Fue beatificado por Juan Pablo II el día 2 de mayo de 1999 y canonizado por este mismo Papa, el día 16 de junio del año2002. Ha sido la canonización más multitudinaria de cuantas se han llevado a cabo a lo largo de todos los años; muchos cientos de miles de personas que llenaban la Plaza de San Pedro y todas las calles adyacentes, así como otros cientos de miles que se congregaron en la explanada del Convento de San Giovanni Rotondo.

San Pío de Pietrelcina amaba profundamente a todos los hombres y los amaba sinceramente, como hijos de Dios y hermanos suyos. Por su bien espiritual se había convertido en el cirineo de cuantos acudían a él. Para aliviar sus sufrimientos inventó lo que él llamaba la catedral de la caridad (la Casa para el alivio del sufrimiento). En San Giovanni Rotondo no había hospital y hoy existe uno espléndido, un asilo infantil, ambulatorios, un banco de sangre: un inmenso complejo hospitalario.

Lo que más ha llamado la atención de cuantos conocieron al Padre Pío fue su estigmatización. El dijo a su confesor: “¿Qué puedo decirle con respecto a lo que me pregunta acerca de cómo se ha producido mi crucifixión? ¡Dios mío, qué confusión y qué humillación experimento al tener que manifestar lo que tú has realizado en esta pobre criatura tuya! Fue en la mañana del 20 de septiembre, después de celebrar la Santa Misa, cuando me sentí invadido por un reposo, semejante a un dulce sueño. Todos los sentidos exteriores e interiores, así como las mismas facultades del alma, quedaron en una quietud indescriptible. Entonces se hizo un gran silencio alrededor mío y dentro de mí y fui invadido por una gran paz y un abandono en el completo carecer de todo. Todo sucedió en un instante. Y mientras esto ocurría, me encontré delante de un misterioso personaje, semejante al que había visto la tarde del 5 de agosto, pero que se diferenciaba de él en que tenía las manos, los pies y el costado manando sangre. Su vista me aterrorizó y no podría explicar lo que sentí en mí en ese momento. Me sentía morir y habría muerto si el Señor no hubiese intervenido sosteniendo mi corazón, que yo sentía que saltaba en mi pecho. La visión del personaje se retiró y vi que mis manos, pies y costado estaban perforados y sangraban. Imagínese el desgarramiento que experimenté entonces y que continúo experimentando casi todos los días. La herida del corazón mana continuamente sangre, especialmente desde los jueves hasta los sábados. Temo morir desangrado si el Señor no escucha los gemidos de mi pobre corazón y me retira lo sucedido. Jesús que es tan bueno, ¿no me concederá esta gracia?” No sigo narrando lo que el Padre Pío le dijo a su confesor, pero podemos comprobar que para él, la estigmatización era un sufrimiento físico y moral, aunque al mismo tiempo le producía una enorme paz interior. Él dice que el tormento es amable y doloroso al mismo tiempo. Su festividad se celebra el día de su muerte, hoy, 23 de septiembre.


Fuente: http://www.preguntasantoral.es/

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