SAN SEBASTIÁN
Mártir
20 de enero
Sebastián nació en Narbona (Francia), el año 256, en el seno de una familia militar, noble y cristiana, y se educó en Milán, Italia, para seguir la carrera militar de su padre. 20 de enero
Marchó a Roma, donde ya se hacía insoportable la persecución contra los cristianos por causa de la fe, para confortar y ayudar a los seguidores de Jesús de Nazaret. Una vez, un mártir estaba para desanimarse a causa de las lágrimas de sus familiares, pero el militar Sebastián lo animó a ofrecer su vida por Jesucristo, y así aquel creyente obtuvo el glorioso martirio.
El emperador Diocleciano nombró a Sebastián capitán de la primera unidad o cohorte de la guardia pretoriana que tenía como misión escoltar y proteger a los emperadores romanos. Era muy respetado por todos y apreciado por los emperadores Maximiano y Diocleciano, que no estaban enterados aún de que Sebastián era cristiano.
Cumplía con sus deberes y la disciplina militar, pero no participaba en los sacrificios a los ídolos. Aprovechaba su cargo para visitar, auxiliar y animar a los cristianos encarcelados por causa de Cristo. Sin embargo, esta situación no podía durar mucho, y finalmente fue denunciado al emperador Maximiano.
Maximiano lo llamó y le dio a escoger: dejar de ser cristiano y ser ascendido en el ejército, o ser degradado de sus cargos. Lo obligó a escoger entre ser su soldado de confianza o seguir a Jesucristo. El santo, que había hecho su confirmación sacramental, escogió permanecer fiel a Cristo.
Contrariado, el emperador lo amenazó de muerte, pero San Sebastián se mantuvo firme en su fe. Enfurecido, Maximiano lo condenó a morir a flechazos: los soldados del emperador lo llevaron al estadio, lo desnudaron, lo ataron a un poste y lanzaron sobre él una lluvia de saetas, retirándose después al darlo por muerto.
Sin embargo, sus amigos que fueron testigos a distancia, se acercaron, y al verlo todavía con vida, lo llevaron a casa de una noble cristiana romana, llamada Irene, que lo mantuvo escondido en su casa y le curó las heridas hasta que quedó restablecido.
Sus compañeros le aconsejaron que huyera de Roma, pero el santo se negó pues su corazón se sintió impulsado a proclamar abiertamente y más fuerza al Rey de reyes y Señor de señores. Se presentó con valentía ante el mismo emperador que lo miró desconcertado, porque lo daba por muerto, y el santo le reprochó con energía su conducta por perseguir a los cristianos.
Murió en el año 288, en Roma. Maximiano, en su dureza de corazón, mandó que lo azotaran hasta morir, y los soldados cumplieron esta vez sin errores la misión y tiraron su cuerpo en un lodazal. Los cristianos lo recogieron y lo enterraron en la Vía Apia, en la célebre catacumba que lleva el nombre de San Sebastián, en el lugar donde hoy se levanta la basílica que también lleva su nombre.
El culto a San Sebastián es muy antiguo; es invocado contra flechas envenenadas, peste, enfermedades y por la conversión de los enemigos de la religión. San Ambrosio pronunció hermosos sermones acerca de San Sabastián. Es patrono de los arqueros, los soldados y los atletas y además es llamado el "Apolo cristiano", ya que es uno de los santos más reproducidos por el arte en general.
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