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Las Vidas de los Santos
y Fiestas Litúrgicas
SAN MAURO, ABAD
15 de enero
San Mauro es de los santos con más veneración entre los monjes y es considerado modelo acabado de obediencia. Le hemos llamado “San Mauro de Subiaco” en contraposición con las leyendas, no sustentables, que le mencionan como San Mauro de Glanfeuil, el cual al parecer sí existió, pero no tiene relación con el pupilo de San Benito. Por la tradición francesa también se le ha llamado San Mauro de Loire o de Anjou.

El joven discípulo de San Benito
Luego que San Benito saliera de la soledad de la cueva donde habitó por tres años y del intento de envenenamiento por parte de los monjes de Vicovaro, agrupó en torno suyo a un número cada vez más elevado de hombres que en busca de la perfección y la unión con Dios le siguieron en los ideales monásticos. En Subiaco se fundan doce monasterios bajo la dirección del santo.

Mauro nace en Roma hacia el año 511, de familia noble, hijo del senador Equicio aunque también lo han reclamado como hijo los nobles Fondi, Gallipoli y Lavello entre otros. Siendo aún muy joven fue presentado por su padre a San Benito a fin de que él se encargara de la educación del adolescente. Fue presentado junto con él, el futuro San Plácido, hijo del Patricio Tertulio. San Gregorio dice que “el joven Mauro, dotado de buenas costumbres, empezó a ayudar al maestro. Plácido en cambio, era todavía un niño” (San Gregorio, Libro II de los Diálogos cap. III). Mauro se convirtió luego, a pesar de su corta edad, en un monje cercano a San Benito y aparece en varios episodios milagrosos de la vida del Santo Patriarca según la narración gregoriana.

Ambos jóvenes representan la tradición monástica de los “oblatos”, es decir, personas que se ofrecen o son ofrecidas a Dios en un monasterio, practica muy común en la Edad Media. En aquellos días la firmeza de la palabra dada y el ofrecimiento implicaba una donación total, aunque la hicieran sus padres. Independiente de este tipo tan radical de “oblaciones” se encontraron después las escuelas monacales, cunas de santos seculares en el medioevo.

En los milagros de San Benito
Mauro aparece en varios episodios de los milagros de San Benito narrados en los Diálogos de San Gregorio. Trataremos de hacer aquí una breve condensación de tales milagros.

En cierta ocasión un monje era incitado por el demonio a abandonar el oratorio de uno de los monasterios de Subiaco durante la oración comunitaria. “Fue el hombre de Dios al monasterio, y cuando a la hora señalada, concluida ya la salmodia, los monjes se ocuparon en la oración, vio cómo un chiquillo negro arrastraba hacia fuera por el borde del vestido a aquel monje que no podía estar en oración. Entonces dijo secretamente a Pompeyano, el abad del monasterio y al monje Mauro: “¿No veis quién es el que arrastra fuera a este monje?”. “No”, le respondieron. “Oremos, pues, para que también vosotros podáis ver a quién sigue este monje”. Después de haber orado dos días, Mauro lo vio, pero Pompeyano, el abad del monasterio, no pudo verlo. Al tercer día, concluida la oración, al salir del oratorio el hombre de Dios encontró a aquel monje fuera. Y para curar la ceguera de su corazón le golpeó con su bastón, y desde aquel día no volvió a sufrir más engaño alguno de aquel chiquillo negro y perseveró constante en la oración. Así, el antiguo enemigo, como si él mismo hubiera recibido el golpe, no se atrevió en adelante a esclavizar la imaginación de aquel monje”. (San Gregorio, Libro II de los Diálogos, Cap. IV).

Cierto día Plácido fue enviado a recoger agua al lago cercano del monasterio y al tratar de llenar el cántaro, cayó al agua y la corriente lo arrasó. En ese preciso momento Mauro se encontraba en el monasterio cuando san Benito le ordenó ir al río a sacar al niño que se ahogaba: “Hermano Mauro, corre, porque aquel niño ha caído en el lago y la corriente lo va arrastrando ya lejos”. El joven Mauro, después de recibir la bendición de San Benito, corrió a toda prisa y sin darse cuenta caminó sobre las aguas tomando a Plácido de la cabellera y llevándolo a tierra firme. Mauro, al darse cuenta del milagro, atribuyó el portento a San Benito, pero éste lo refirió más que nada a su obediencia rápida. Plácido acabó la discusión diciendo: “Yo, cuando era sacado del agua, veía sobre mi cabeza la melota [1] del abad y estaba creído que era él quien me sacaba del agua”. (San Gregorio, Libro II de los Diálogos, cap. VII).

Por último encontramos una dolorosa experiencia de San Benito en Subiaco. El párroco local, Florencio, concibió tal odio contra el santo monje que no sólo trató de envenenarlo sino que además quiso corromper a sus monjes. El hombre de Dios, ante tal situación y buscando siempre la paz, decidió dejar Subiaco y dirigirse a Montecasino, lugar que le habían ofrecido para fundar un monasterio. “Estando dicho sacerdote en la azotea de su casa, alegrándose con la nueva de la partida de Benito, de pronto, permaneciendo inmóvil toda la casa, se derrumbó la terraza donde estaba, y aplastando al enemigo de Benito, lo mató. El discípulo del hombre de Dios, Mauro, creyó oportuno hacérselo saber al venerable abad Benito, que aún no se había alejado ni diez millas del lugar, diciéndole: “Regresa, porque el sacerdote que te perseguía ha muerto”. Al oír esto el hombre de Dios, prorrumpió en grandes sollozos, no sólo porque su adversario había muerto, sino porque el discípulo se había alegrado de su desastroso fin. Y por eso impuso una penitencia al discípulo, porque al anunciarle lo sucedido se había atrevido a alegrarse de la muerte de su rival”. (San Gregorio, Libro II de los Diálogos, cap. VIII). San Mauro, según la tradición, quedó como responsable de la comunidad monástica de Subiaco.

Esto es lo que conocemos con certeza del primer discípulo de San Benito; las demás narraciones, que a continuación abordaremos, están sumidas en leyendas. Los benedictinos honran al santo el 15 de enero y en la actualidad han unido en ese mismo día la festividad de San Plácido, luego de la desambiguación histórica de este monje al que por años se confundió con un grupo de mártires celebrados en octubre. La fiesta del 15 de enero tiene su origen en las leyendas francesas pero en la actualidad solo se ha conservado la fecha, sin las añadiduras legendarias difíciles de comprobar.

Leyendas de San Mauro
El libro Vida y milagros de San Mauro, escrito en Francia por el abad Odón de Glanfeuil, bajo el seudónimo de Fausto de Montecasino, menciona que San Mauro fue enviado en el 543 por San Benito a las Galias, a fin de establecer allí la vida monástica y trasmitir la Santa Regla.

Gracias a la ayuda del rey Teodoberto, fundó el monasterio de Glanfeuil, conocido como abadía de Saint-Maur-sur-Loire. Las leyendas recogidas en esta narración están llenas de milagros entre las que se destaca la resurrección de un joven muerto que luego contó a los monjes que gracias al abad Mauro pudo librarse de las penas del infierno. Se le menciona pródigo en curaciones extraordinarias en favor de los pobres y en pugna con el conde Gaidulfo enemigo de las fundaciones de los monjes franceses. La tradición francesa menciona que San Mauro gobernó como abad durante cerca de 40 años y en el 582 se retiró a una vida eremítica de soledad y murió dos años después, el 15 de enero del 584, teniendo más de setenta años de edad.

Patronazgo e iconografía de San Mauro
San Mauro es considerado celestial patrono de los caldereros y de los herreros. Para las enfermedades se le encomiendan los que padecen parálisis, debido a la tradición que le menciona sirviendo y curando a los menesterosos y lisiados.

La iconografía del santo, ya sea monástica o devocional, le representa en sus diversas facetas de su vida. Populares son las representaciones donde aparece junto con San Plácido al ser recibidos por San Benito. Igualmente en el episodio donde camina sobre el agua y salva a Plácido de morir ahogado.

Las esculturas le representan generalmente como un joven abad, con cogulla monástica, preferentemente negra, báculo y mitra abacial o portando en su mano la cruz, con la cual bendice a los enfermos; también aparece con hábito monástico socorriendo a pobres y enfermos.

La congregación de San Mauro
Entre las ramas benedictinas se destaca la Congregación de San Mauro en la que se agremiaron varios monasterios franceses conocidos como mauristas en honor de San Mauro discípulo de San Benito. Tal Confederación estuvo vigente desde 1618 hasta 1790 cuando desapareció a causa de la Revolución Francesa. Se destacó por el nivel de educación sobresaliente entre sus miembros y la producción cultural que legaron en diversas ramas teológicas y humanísticas. En 1817 algunos mauristas intentaron restaurar la Congregación, pero el proyecto fracasó. En 1837, bajo el Papa Gregorio XVI, benedictino, comienza nuevamente el auge monástico al fundarse la Congregación de Francia, la cual fue declarada sucesora de las antiguas Congregaciones benedictinas de San Mauro, de Cluny y de San Vitón y San Hidulfo.

Bendición de San Mauro
En el rituale monasticum así como en el apéndice del Rituale Romanum, aparece una curiosa bendición que se otorga a los enfermos graves con la reliquia del lignum crucis invocando la intercesión de San Mauro, cuyo nombre lleva tal bendición; también es conocida como Signo de San Mauro y es apreciada por los monjes benedictinos que aún continúan utilizando tal sacramental.

Dado que frecuentemente es imposible tener una reliquia de la Santa Cruz, la Sagrada Congregación de Ritos permitió el 6 de marzo de 1959, por solicitud del abad primado el Cardenal Dom Benno Gut OSB, el permiso de usar la Medalla Jubilar de San Benito en lugar de la reliquia. La bendición de San Mauro tiene la eficacia, por medio del poder del signo de la Santa Cruz, la veneración de la reliquia de la Verdadera Cruz del Redentor, la intercesión de la Inmaculada Virgen María, de San Benito y de San Mauro, todo esto unido a la plegaria de la Iglesia.

Son innumerables los hechos que atestiguan como por la bendición de San Mauro, al ser recibida con fe viva, sincera contrición y una firme confianza en Dios, las personas se recuperan de sus males corporales, las enfermedades son curadas y ocurren prodigios que pueden considerarse milagrosos.

Reliquias de San Mauro en Extremadura
Las únicas reliquias que se presumen ser del discípulo de San Benito y son tenidas por tales se encuentran en el pequeño pueblo del Almendral en Extremadura, España. Su llegada a la población se pierde en el tiempo pero al parecer llegaron hacia finales del siglo VIII provenientes de Francia. La tradición dice que el carruaje donde se transportaban las reliquias con monjes benedictinos que venían huyendo de Francia se detuvo en la población y allí se quedaron. Actualmente son honradas anualmente el 15 de enero y se conservan en la Iglesia de Santa María Magdalena en la capilla a él dedicada.

Se dice que ya en 1130 la fiesta en honor al Santo benedictino se celebraba en Almendral y el Sínodo diocesano de 1501 manda como fiesta de guardar el 15 de enero. En 1658 se hacen indagaciones en torno a las reliquias pero no hay documentos, alegándose fueron perdidos por un incendio. En 1643 el obispo benedictino Dom José de la Zerda, de la diócesis Badajoz a la que pertenece Almendral, traslada las reliquias a la catedral y entregando parte de las mismas a Almendral, Montecasino y Marsella. En 1668 se ordena restituir el cuerpo a la villa de Almendral donde aún reposa. En Badajoz aun es fiesta el 15 de enero en honor a San Mauro. Las reliquias no han sido examinadas bajo el rigor científico que permita dar luces sobre la tradición en torno a su llegada a Almendral y la posibilidad de su validez.


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