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Las Vidas de los Santos
y Fiestas Litúrgicas

JESUCRISTO SUMO
Y ETERNO SACERDOTE

Jueves después de Pentecostés

En la narración de san Lucas de la última cena (Lucas 22, 14-20), dice Jesús, "Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros". Jesús parece querer expresar un deseo desmedido y por largo tiempo esperado. De hecho, para eso, para lo que iba a tener lugar en aquel atardecer había venido al mundo.

El cuerpo y la sangre del Señor son entregados por nosotros, "por vosotros" dice Lucas literalmente. Por consiguiente, por voluntad de Dios, Jesucristo se entrega por los hombres: tal es el valor que tenemos ante los ojos de Dios. Se paga por los hombres el mayor precio posible. La categoría y dignidad del hombre la ha valorado Dios, que nos ha hecho hijos suyos por Jesucristo.

No termina, sin embargo, el amor de Dios por los hombres en lo mencionado. Es que nuestro Dios quiso conceder a los hombres un amor a la medida del suyo, configurando a algunos de los nuestros consigo mismo, que son otros Cristos, para hacer perpetuo, siempre actual, su sacrificio de la Cruz. "Haced esto en memoria mía", les dijo, y desde entonces en la Santa Misa, por las manos de sacerdote, se entrega cada día el Cuerpo y se derrama la Sangre de Cristo por la salvación del mundo.

En esta fiesta se celebra el contenido de la obra sacerdotal de Cristo, su Misterio Pascual en favor de los hombres, realizado una vez para siempre. Contemplamos el sacerdocio redentor de Jesucristo como la cumbre y compendio de su acción salvadora en el mundo.

Jesús es el sacerdote de la nueva alianza que nos ha reconciliado con Dios y nos ha llamado a formar parte de su Iglesia, haciéndonos hijos del Padre. Nos ha comunicado una nueva vida en el Espíritu Santo y nos ha convertido en Pueblo sacerdotal, partícipes de su sacerdocio para extender el Reino de Dios a todos los hombres.

La misión del sacerdote ordenado es perpetuar el sacerdocio único de Jesucristo. Por otro lado, así como Jesús une en su mediación los dos aspectos de la relación con Dios y con los hombres, y esto es lo que lo constituye sumo sacerdote, así nosotros debemos unir en nuestras vidas la fe que nos acerca a Dios y la solidaridad que nos une a nuestros hermanos.

En esto consiste nuestro sacerdocio común, en unir toda la realidad de nuestra vida y de nuestra muerte, a la realidad de la vida y de la muerte de Cristo en favor de nuestros hermanos.

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