San Rodrigo Aguilar Alemán
Presbítero y mártir mexicano
28 de octubre
Rodrigo Aguilar Alemán nació el 13 de febrero de 1875 en Sayula, pueblo del estado mexicano de Jalisco, en el seno de una familia cristiana, de la que no se tienen mas noticias. Allí nació su vocación al sacerdocio.
En el seminario de Ciudad Guzmán inició sus estudios de humanidades, con gran provecho, pues estaba dotado de una inteligencia despierta. Por su talento literario y su dominio de la lengua española, dejó varios escritos, en prosa y en verso, de aquella época. Pasó luego al seminario de Guadalajara, donde cursó la teología. El 4 de enero de 1903, a la edad de 28 años. recibió la ordenación sacerdotal.
Ejerció el ministerio sacerdotal en varias parroquias: La Yesca, Lagos de Moreno, Atotonilco el Alto. Cocula, Sayula y. finalmente, Unión de Tula, de donde fue nombrado párroco interino. Sus excelentes dotes literarias las aplicó al ministerio de la Palabra, era fiel cumplidor de sus obligaciones sacerdotales, predicador fervoroso, pendiente de las muchas necesidades de sus feligreses, cercano a los más necesitados, sobresaliente en humildad.
Pronto comenzó la persecución religiosa, que tantas vidas, sacerdotales, religiosas y laicales llegó a segar. En los primeros momentos, se refugió en el convento de las religiosas adoratrices, desde donde continuó ejerciendo el ministerio a escondidas. Aprovechó la estancia para dirigir los ejercicios espirituales a las religiosas. Pero aquél no era, al parecer de todos, el lugar más seguro para el sacerdote. Él decía con profunda convicción: “Los soldados nos quitarán la vida, pero la fe, nunca”
En enero de 1927, abandonó el convento y buscó refugio en un rancho de Ejutla, donde continuó administrando los Sacramentos y celebrando la misa. El 27 de octubre de 1927 llegó a Ejutla el general Izaguirre al mando de un piquete de soldados, dispuestos a matar a todo el que se confesara cristiano. El padre Rodrigo estaba por aquellos días aquejado de fuertes dolores en los pies, y se dedicaba a examinar a unos seminaristas escondidos a causa de la persecución. Al ser descubiertos, delatados por un falso amigo, varios jóvenes pudieron escapar, pero el sacerdote, con los pies heridos, fue detenido juntamente con el seminarista a quien examinaba. Le preguntaron quién era, a lo que contestó sin vacilar: íSoy sacerdote! A causa de esa respuesta, recibió insultos y fue objeto de vejaciones.
Al día siguiente, 28 de octubre de 1927, a la una de la madrugada, fue conducido a la plaza mayor de Ejutla para ser ahorcado. En la plaza había un mango, en una de cuyas ramas lo ataron los soldados. El padre Rodrigo tomó en sus manos la soga y la bendijo, perdonó a quienes iban a ahorcarlo y regaló su rosario a uno de los soldados. Un soldado lanzó la pregunta convenida: «¿Quién vive?» Si contestaba ¡Viva el supremo gobierno!», quedaba en libertad. Pero el sacerdote gritó con plena convicción y con fuerte voz: «i Viva Cristo Rey y Santa María de Guadalupe!» Fueron sus últimas palabras, repetidas luego por segunda y tercera vez. Inmediatamente tiraron con fuerza de la soga y quedó colgado en el aire. Se le bajó y volvieron a hacerle la pregunta dos veces más, y el mártir de Cristo volvió a contestar lo mismo. A la tercera confesión‑respuesta, fue subido de nuevo y expiró.
El cadáver del mártir ahorcado permaneció todo el día suspendido en la soga. Al atardecer, lo bajaron y le dieron sepultura. Sus restos se trasladaron después al templo parroquial de Unión de Tula.
El 22 de noviembre de 1992, el papa Juan Pablo II beatificó al sacerdote mártir de Sayula, con otros mártires mexicanos, que fueron canonizados el 21 de mayo del Año jubilar 2000.
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