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Nuestra Señora de los Remedios

Fiesta de la Virgen María

1 de septiembre

En la obra “Historia del Principio y  Origen,  Progresos,  Venidas a México,  y Milagros de la Santa Imagen de Nuestra Señora de los Remedios, extramuros de México” de el mercedario Luis de Cisneros, que nos ocupa como fuente de esta tradición, se nota fuertemente su criollismo y  se da como fundantes dos cultos, el de la Virgen de Los Remedios y el de la Guadalupana, de la construcción de la nacionalidad mexicana en su mas profundo sentido.

Luis de Cisneros, primer criollo que entra a la orden de la Merced, queda con esta obra como uno de los primeros criollos de los que defienden con pasión su nueva patria y asi lo serán los venideros hasta la Independencia. Nos dará en su libro la historicidad del culto a la Virgen de los Remedios que inicia con la colocación de la imagen en el Templo Mayor de Tenochtitlan, como inicio de esta historia y después de la noche triste con la figura de Juan Cuautli,  que pide la construcción de una ermita en el Cerro de Otomcapulco en 1575 y confirma el autor la creencia de que esta talla fue traída por Rodríguez de Villafuerte, soldado de Hernán Cortes en el viaje de conquista.

Doña Ana hija del cacique Juan Cuautli, quien encontrara la imagen en el centro ceremonial donde hoy se encuentra la Basílica de los Remedios, fue una de las informantes del autor Luis de Cisneros, primer historiador de esta tradición,  aunque no deja de reconocer que los principios de esta imagen son obscuros y que la mayor prueba que se tiene de esta imagen es la tradición oral que dice que el soldado Juan Rodríguez de Villafuerte, al embarcarse para lo que ellos llamaban Las Indias, un hermano suyo se la regaló para que lo protegiese durante el difícil viaje y la trajo consigo en una caja de hojalata y nunca la dejó durante el viaje que hizo con Cortes desde Cuba hasta Tenochtitlan, donde le fue ordenado por su capitán al derrocar las imagenes de los dioses mesoamericanos y cuando fueron expulsados y salieron por la Calzada de Tacuba hacia Naucalpan que fuera  escondida la imagen en el sitio donde ahora se encuentra.

A esta imagen le llaman “la conquistadora”, por haber sido colocada en el Templo Mayor dedicado a Huitzilopochtli y Tezcatlipoca, de la antigua Ciudad de México cuando Cortés entró con los aliados y derribó los dioses mesoamericanos y estuvo allí la imagen hasta que salieron huyendo de México los españoles.

Esta imagen fue encontrada por el cacique Juan Cuautli, a quien se le atribuyen haber visto visiones de la Virgen de los Remedios y el milagro de haber sido curado por ella cuando ya se le tenia por muerto y fue éste quien promovió  la construcción de la ermita allá  por 1540 en la cima del templo prehispánico levantado en Otomtepulco.

Reseña Luis de Cisneros que la imagen de la Virgen de los Remedios, comenzó a ser venerada por los vecinos de esta población citada, desde que se encontraba en la casa de Juan Cuautli, pronosticando el bien que se podía tener por Ella.

“…La ermita, que está  a la parte poniente de México, dos tiros de escopeta arriba de una cuesta que va al Valle de Toluca, despensa  abundantísima de esta ciudad, a cuyo pie remata un largo y extendido llano de casi tres leguas que hay de llano apacible,  que hay desde México…entre jardines y huertas … es frecuentadísima esta ermita”.

“Para beber tiene cerca, a la caída de la cuesta, el abundante y hermoso río que del nombre de la ermita se llama de Los Remedios, que tiene su nacimiento entre aquellas obras y riscos que tiene la ermita a las espaldas, que bajando de ellas pasa por el pie de la cuesta delante de la ermita…toda esta tierra riega el río y provee de agua a todos los pueblos que hay en medio y todas las huertas que llaman de Tacuba, que corre hasta estar cerca de esta ciudad…”

“…sentía mucho don Juan Cuautli ver que no se vaciaba su casa de gente, que iba a visitar a la Virgen y así trató con el maestrescuela, que se hiciese traslación de la imagen a una ermita que está en el mismo pueblo…y con esto excusaría la inquietud que le causaba el concurso de la gente. Nombró a Gabriel López mayordomo de la ermita para que cuidase de su adorno, guarde la imagen y estuvo en ese lugar un año, …después se le edificó el sitio donde está hoy como lo refiere Blas García de Palacios, vecino y primer sacristán de la ermita.

La obra de esta ermita, fue de paredes de piedra y barro, su techo pobre y pajizo, edificada al pie del mismo Cué, era una casa pequeñita y allí estuvo la imagen 25 años”.

Elevada a la dignidad de Basílica Menor por Decreto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. El jueves 22 de octubre de 1998, a las 5:00 p.m. Justo Mullor García, Nuncio Apostólico en México, con Ricardo Guizar Díaz, Arzobispo de Tlalnepantla acompañados de cuatro Obispos de México, Rectores de Santuarios de la ciudad de México, 200 Presbíteros, Diáconos y Religiosos de la Arquidiócesis de Tlalnepantla, proclama ante el pueblo de Dios en Solemnísima Liturgia, el Decreto y el Breve por el que S.S. Juan Pablo II eleva el Santuario de Ntra. Sra. de los Remedios a la dignidad de Basílica

Cuando inició la guerra de Independencia,  la Virgen de los Remedios tenía una clara ventaja sobre la Guadalupana: experiencia en combates; su historia era épica. Según cuenta la tradición, Juan Rodríguez de Villafuerte, uno de los hombres de Hernán Cortés, trajo a territorio americano una imagen de la Virgen de los Remedios “para su consuelo” ; era un regalo de su hermano que al entregársela le había dicho que tuviera mucha confianza porque a él le habría librado de los peligros de las batallas en que se había hallado y esperaba que le sucediera lo mismo en el Nuevo Mundo .

Al llegar a la capital del Imperio Azteca,  Cortés ordenó a Villafuerte que colocara la imagen de la Virgen de los Remedios en un altar del Templo Mayor,  donde solían efectuarse los sacrificios humanos, allí fue expuesta por unas semanas hasta que estallara la guerra y no se supo nada mas de la pequeña imagen labrada de madera.

Durante la derrota de la Noche Triste el 30 de junio de 1520, Cortés tuvo que retirarse precipitadamente de México- Tenochtitlan. La escena según cuentan los cronistas, fue espantosa : mientras intentaban huir por la calzada de Tlacopan, hoy Tacuba, muchos de los españoles habían caído prisioneros y podían divisarse como eran sacrificados por los aztecas. Exhausto y desmoralizado, el conquistador y sus hombres llegaron a un pequeño monte delante del pueblo de Tlacopan y decidieron pernoctar en ese lugar. La virgen se apareció acompañada, según se refiere, por Santiago -Patrón de España- y los abatidos conquistadores encontraron un remanso de paz, confiando en que la madre de Dios los conduciría a la victoria definitiva. Un año después caía México-Tenochtitlan.

Hacia 1540, un indio cacique, de nombre Juan Cuautli caminaba por los parajes cercanos al pueblo de Tacuba y vio a la señora en el cielo “que con voz sensible le decía, hijo, búscame en ese pueblo” poco tiempo después , debajo de un maguey, Juan Cuautli encontró la vieja estatuilla de madera que había desaparecido desde 1520.

Hacia 1575 ya estaba concluido su templo, hoy parte del actual municipio de Naucalpan, al cual se le otorgó la distinción de basílica por el Papa Juan Pablo II.

La gente recurría a la Virgen de los Remedios “en las faltas de lluvias a su tiempo, las epidemias de tabardillos, sarampiones y otras semejantes” . Durante años su imagen recorrió la Calzada México-Tacuba para proteger al pueblo de las terribles epidemias, inundaciones o temblores que de vez en cuando recordaban a los habitantes de la ciudad, que la naturaleza no tenía credo religioso.  En las vistosas y multitudinarias procesiones, las autoridades eclesiásticas y civiles incluyendo al propio virrey, trasladaban a la Virgen desde su santuario en las afueras de la ciudad para colocarla durante meses en la catedral de la Ciudad de México.

Cuando las calamidades no cedían, ni siquiera con la intercesión de la Virgen de los Remedios, las autoridades recurrían a la imagen Guadalupana como último recurso, lo cual no dejaba de causar cierto malestar en el pueblo,  pues era un insulto recurrir a la Virgen morena como segunda opción aunque finalmente imperaba la alegría cuando la gente podía observar muy de cerca a la Guadalupana al frente de una procesión.

Alexander von Humboldt percibió la rivalidad entre ambos grupos de fieles:

“…El espíritu de partido, que reina entre los criollos y los gachupines, da un matiz particular a la devoción. La gente común, criollos e indios, ve con sentimiento que, en las épocas de grandes sequedades, el Arzobispo haga traer con preferencia a México la imagen de la Virgen de los Remedios.

De ahí aquel proverbio que tan bien caracteriza el odio mutuo de las castas: ”hasta el agua nos debe venir de la gachupina”. Si, a pesar de la intercesión de la Virgen de los Remedios, continúa la sequía……el Arzobispo permite a los indios vayan a buscar la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe…”

Cuando el cura Hidalgo decidió tomar el estandarte de la Virgen de Guadalupe como bandera de la lucha que emprendía en septiembre de 1810, le dio un sentido religioso a la guerra de Independencia. No era imposible imaginar la respuesta popular: el cura fue visto entonces como un hombre ungido por la divinidad para liberar al pueblo oprimido.

Durante los 11 años que duró la guerra, la Guadalupana ocupó un lugar fundamental para la causa insurgente. Al tomar este estandarte, Hidalgo le otorgó a la lucha un carácter sagrado. Cargaba siempre consigo, entre sus ropas, una imagen de la Virgen morena.

En los “Sentimientos de la Nación”, Morelos propuso que la celebración oficial de la “patrona de nuestra libertad” fuera el 12 de diciembre. Los miembros de una sociedad secreta que trabajaba a favor de la Independencia desde la Ciudad de México, adoptaron el nombre de “los Guadalupes”. Los guerrilleros de Pedro Moreno portaban en sus sombreros estampas de la señora del Tepeyac.

La respuesta española fue inmediata. De poder a poder, el virrey Francisco Xavier Venegas mandó traer la imagen de la Virgen de los Remedios para resguardarla de los insurgentes, pero sobretodo, para enarbolarla como bandera de los ejércitos realistas. El virrey se veía a sí mismo como Cortés siglos atrás: ante una situación que parecía irremediable, la Virgen de los Remedios había acompañado al conquistador hasta el triunfo.

Tres siglos después

Las medidas del virrey llegaron demasiado lejos. A la Virgen de los Remedios se le dio grado militar y desde entonces se le conoce como “La Generala”. Las monjas del convento de San Jerónimo la vistieron con los blasones y la banda correspondiente, y el niño Jesús—que cargaba en sus brazos— también fue vestido según la usanza. En procesión, la madre de Dios, recorrió la Ciudad de México, mostrando su bastón de mando en una de sus manos, y podía observarse a su pequeño hijo portando un sable. La Virgen y su hijo, Jesucristo, en pie de guerra.

Una vez finalizados los actos públicos, la Virgen fue colocada en el altar principal de la Ciudad de México. En aquel santo lugar su función era doble: una espiritual, dar consuelo a los fieles, recibir ofrendas, ex votos o limosnas; la otra, muy humana, delatar al insurgente. De todos era sabido que los revolucionarios eran guadalupanos: Aquellas personas que, luego de escuchar misa en la catedral, no hicieran la reverencia correspondiente ante la Virgen de los Remedios, seguramente lo hacían ante la Guadalupana, por tanto eran insurgentes. De ese modo, mucha gente fue falsamente acusada de rebeldía. Las autoridades no repararon que, mas allá de la banalidad de las cosas del mundo terrenal, había gente que de buena fé mostraba su devoción a una u otra virgen sin tomar partido por alguna causa política.

Al final, triunfó la causa insurgente y la Virgen de Guadalupe. No en términos religiosos, ni porque fuera mayor en la devoción del pueblo por ella; venció porque era un símbolo de unidad; un elemento que conjuntaba a todos aquellos que consideraban pertenecientes al mismo terruño; aquéllos que veían la historia de 1521 como algo común a todos.

La Guadalupana era una Virgen innegablemente mexicana. Con la consumación de la Independencia, en 1821, llegó la reconciliación de ambas advocaciones a los ojos de los mexicanos: La Morena y la Generala compartían un futuro común en un país que iniciaba su andar en la historia.


Fuente: http://eloficiodehistoriar.com.mx/
José Félix Zavala

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