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Las Vidas de los Santos
y Fiestas Litúrgicas

Beato Jonh Henry Newman

Cardenal

9 de octubre

Llegó a expresar el Ven. Pío XII, en una confidencia a Jean Gitton: “Sin duda, Newman será un día Doctor de la Iglesia”; pertenece a la familia del Padre San Felipe Neri, pero pertenece, al mismo tiempo, a todos aquellos que -como dijo el Ven. Pablo VI- “Están buscando una orientación precisa y una dirección a través de las incertidumbres del mundo moderno”.

Jonh Henry Newman nació el 21 de febrero de 1801 en Londres. Primogénito de entre seis hermanos del banquero Jonh Newman y de Jemina Foudrinier, era descendiente de refugiados hugonotes (protestantes franceses calvinistas). Entre 1808 a 1816 asistió al colegio privado de Ealing, resaltando como alumno brillante. Por el año de 1815 aspiraba a ser virtuoso, pero no religioso, y no veía el sentido de amar a Dios. Este sentimiento se debía a la lectura de ciertos autores incrédulos del siglo XVIII. Se le describe en su infancia de carácter tímido, prefirió la música y sobresalió en el violín; y en cuanto a los juegos juveniles, fue poco amante de ellos.

Los designios de Dios lo llevaron a un Reverendo piadoso, el evangelista Walter Mayers, tras sufrir una enfermedad Newman y el cierre del banco de su padre el 8 de marzo de 1816. Aquí se inicia un declive angustioso del sustento familiar. Su madre y sus hermanas Harriett, Jemina y Mary, a quienes tanto amó, ya habían buscado y hallado refugio en el albergue doméstico de la abuela. Este reverendo se mezcló con ideas metodistas, calvinistas y luteranas; era titubeante frente al activo anglicano de la piedad individual, la presencia divina en el alma del creyente y la oposición entre el mundo y la Iglesia, entre la ciudad de Dios y el poder diabólico (latente en el papado), pretendía percibir todo el señalado enjambre de corrientes religiosas, conciliado en el “Book of Common Prayer”, ritual oficial y calendario litúrgico publicado por Isabel I en 1559 y revisado en 1661, y los “Thirty Nine Articles of Religion”, acordados en su base por Enrique VIII, en 1538, con los luteranos de Alemania, pero completados en 1571 para constituirse en la interpretación anglicana de la fe y los sacramentos. Fue el propio Walter Mayer quien fue el instrumento humano para el comienzo de la fe divina en Newman.

Pero es en 1816 cuando ocurre una especie de conversión. El propio Newman lo describe así: “A mis quince años (en el otoño de 1816) un gran cambio tuvo lugar en mi pensamiento. Caí bajo la influencia de un credo definido y recibí en mi inteligencia impresiones de lo que es un dogma que, por la misericordia de Dios, nunca se han borrado ni oscurecido” (Apologia pro vita sua, 5). Por entonces andaba embarcado en la lectura de la Historia eclesiástica de Joseph Milner, donde -son sus palabras- “quedé poco menos que enamorado de los largos extractos de San Agustín, San Ambrosio y de otros Padres que allí encontré”. Poco después llegó a discernir que era la voluntad de Dios que se mantuviera célibe de por vida.

Ingresó en 1817 en el Trinity College de Oxford. En ese entonces sólo los anglicanos podían estudiar o enseñar en la Universidad de Oxford. En noviembre de 1817 Newman celebró su primera comunión en la capilla del colegio y en 1820, se graduó como Bachelor of Arts. El 12 de abril de 1822 fue elegido “miembro” del Oriel College, centro universitario de Oxford que se hallaba en la cumbre de su fama intelectual.

Aunque su padre lo presionó para hacer estudios jurídicos, decidió hacerse ministro de la Iglesia Anglicana. Sólo le interesó servir, servir sin ninguna ambición y desigualdades. Sentía tener las requeridas condiciones de devoción, afecto y sacrificio. Como tutor y como siempre en sus relaciones sociales, había gustado hablar de corazón a corazón. Y “cor ad cor loquitur” será en un día aún remoto el emblema heráldico de sus armas cardenalicias.

Fue ordenado diácono el 13 de junio de 1824. Poco tiempo después fue nombrado coadjutor de una parroquia pobre de Oxford, San Clemente. El 29 de mayo de 1825, es ordenado sacerdote anglicano en la catedral de Oxford y al año siguiente es promovido al puesto de tutor oficial en el colegio Oriel. Y es precisamente en este colegio cuando conoce a Richard Hurrell Fraude, conoce la tendencia anglicana más tradicional y con menos ideas protestantes la llamada “High Church”. Sobre todo Froude le alejó de la reforma protestante. Froude también enseñó a Newman a creer en la presencia real de Cristo en la Eucaristía, a tener devoción a la Santísima Virgen y a aceptar la doctrina de la sucesión apostólica. Es en estos tiempos cuando por todos estos acontecimientos se le conoce como su “segunda conversión”.

Fatigado por las luchas contra el Reform Bill con que los whigs del Parlamento someterían a la Iglesia oficial de Inglaterra al manejo político, Newman accedió a las insinuaciones de su íntimo amigo, Richard Hurrell Froude, de emprender un viaje de descanso y de salud por el Mediterráneo e Italia. Froude, dos años menor que Newman, en muchos aspectos era su alma gemela. Discípulo y admirador de John Keble, como Newman, compartía con éste las inquietudes suscitadas por la amenaza política que se tejía contra la Iglesia Anglicana. Franco y nada complicado, Froude no ocultaba sus críticas a la reforma protestante del siglo XVI, y con amigable y gradual sinceridad le conversaba a Newman sobre su respeto y admiración por la doctrina católica, que sobre la Escritura y la tradición sustenta su fe en el misterio eucarístico, la comunión de los santos y el culto de hiperdulía mariana. (John Henry Cardenal Newman, «De las incertidumbres a la verdad», por Alfonso Borrero C., S.I.)

Al llegar a Roma, se encontraron con monseñor Nicholas Wiseman -autor de Fabiola- y por entonces rector del Colegio Inglés en la Ciudad Eterna. Este será el primer contacto de Newman con la Iglesia Católica. Ya siendo conocedor de la Sagrada Escritura, se dio a la ardua tarea de estudiar en 1828 las Obras de los Padres de la Iglesia por orden cronológico.

Según las creencias protestantes, el pecado original ha corrompido de tal modo al ser humano que ya no puede obrar el bien. La gracia de Cristo consiste en no tener en cuenta esta degradación, en ocultarla. Aquí Newman descubre algo que le va alejando de las posturas evangélicas del anglicanismo: el pecado original nos degradó, pero no de tal modo que la gracia de Cristo no pueda regenerar, en el bautismo recibimos esta reconstrucción de nuestro ser obrada por Cristo, él nos hace capaces de tener obras meritorias. Escribió aproximadamente seiscientos sermones como anglicano, bastante más de la mitad fueron predicados antes de 1833. Hasta fines de 1832 Newman predicó además varios sermones oficiales en la universidad. En 1833 publicó su primer libro, titulado “Los arrianos del siglo IV”, que contiene una de las mejores presentaciones en inglés de la doctrina de la Santísima Trinidad.

Hacia 1832, las posturas liberales de los wighs reñían con la tendencia conservadora del partido tory. La universidad se debe a toda nación, afirmaban los primeros, y se mantenían firmes los segundos en su actitud de cerrar -si era posible- los umbrales universitarios a ingleses no anglicanos o católicos que exhibieran en sus credenciales el sello estigmático de SNOB, sine nobilitate. Casi sin dilemas, los universitarios rechazaron la intervención política en la universidad y, en consecuencia, la remanente simbiosis de la corona y la Iglesia Anglicana. Ataques hacia su persona y contra el Anglicanismo por parte de liberales y seculares. Estamos en lo que se ha llamado el “Movimiento de Oxford”.

En su poesía la “Lira Apostólica”, se muestra convencido de los graves males que amenazaban a la Iglesia de Inglaterra y de la rigurosa necesidad de reformarla surgida en 1832. John Keble en julio de 1833 predicó desde el púlpito de Santa María el “sermón de los jueces” sobre la apostasía nacional, que Newman consideró como el comienzo del Movimiento de Oxford. Newman junto con un grupo de Anglicanos y con apoyo de Keble y Fruode trabajaron para defender la libertad de la Iglesia respecto al Estado, basándola en el origen apostólico de la autoridad eclesiástica. Impulsaron una verdadera Reforma del Anglicanismo. Publicaron “Folletos de Actualidad” que eran breves artículos de la Independencia de la Iglesia; once de los veinte folletos fueron escritos por Newman.

El propio Newman resume así los tres principios básicos de sus ideas religiosas hacia 1833: “El primero era el principio del dogma. Mi batalla era contra el liberalismo; y por liberalismo entiendo el principio antidogmático y sus consecuencias… Desde los quince años, el dogma ha sido el principio fundamental de mi religión. No conozco otra; no puedo hacerme a la idea de otra especie de religión; la religión como mero sentimiento es para mí un sueño y una burla. Sería como haber amor filial sin la realidad de un padre, o devoción sin la realidad de un ser supremo… En segundo lugar, yo tenía confianza en la verdad de cierta enseñanza religiosa definida, basada sobre los cimientos del dogma, a saber: que hay una Iglesia visible, con sacramentos y ritos que son los canales de la gracia invisible… En cuanto al tercer punto… mi opinión [negativa] sobre la Iglesia de Roma-…” (Apologia pro vita sua, 42-45).

Los primeros dos principios en su vida eran “el dogma y el sistema sacramental” y un tercer principio “su oposición a la Iglesia Romana”, cosa que definitivamente desapareció en 1845. Tras sus sermones donde manifestaba ideas católicas, fue acusado de “papismo” y escribió tres artículos sobre la Iglesia Romana; en la que sostuvo que la Iglesia anglicana estaba situada en la vía media entre los reformadores protestantes y los seguidores de Roma, que la única Iglesia visible se había dividido en tres ramas, la griega, la romana y la anglicana, y que la verdad revelada debía hallarse íntegra antes de la división, en la doctrina de la antigüedad.

En 1839, Newman presintió por primera vez que después de todo, la Iglesia de Roma podía tener razón en su controversia con la Iglesia anglicana. Newman, para alcanzar la verdad revelada, afirma un primer criterio: “La doctrina de antigüedad”. La verdad revelada debía hallarse en lo más antiguo, antes de la división. Muchos de sus seguidores comenzaron a inclinarse hacia las ideas de la Iglesia Romana.

Por sus ideas, los directores del colegio condenaron a Newman de desleal, al igual protestantes y obispos anglicanos. En 1843, ya estando unos años retirado y dedicado junto con un pequeño grupo de discípulos a orar, estudiar y traducir obras, decide retractarse de sus obras contra la Iglesia Católica y en septiembre de ese año predicó su último sermón como anglicano y presentó renuncia a su puesto eclesiástico. Sentía una angustia que su itinerario espiritual producía en sus muchos amigos anglicanos. Pusey continuó escribiéndole, pero Keble y muchos otros se mantuvieron alejados de Newman durante veinte años. La virtual condenación del tract 90 había iniciado lo que después se transformó en una gran oleada de conversiones a la Iglesia Católica.

En 1845 comenzó a escribir su Ensayo sobre el desarrollo del dogma. “Cuanto más avanzaba en la obra, tanto más se iban diluyendo mis dificultades, hasta el punto que dejé de hablar de romanos-católicos para llamarlos con audacia, católicos. Antes de concluir mi escrito, resolví pedir mi admisión en la Iglesia Católica”. En la noche del 8 de octubre de 1845, ante el religioso pasionista, el padre Domenico Barberi, John Henry Newman pronuncia su abjuración y se incorpora al rebaño único de Cristo. Dos amigos de Newman entraron en la Iglesia Católica junto con él, un número considerable lo había precedido, y en los años siguientes varios centenares de hombres instruidos y relacionados con la Universidad siguieron su ejemplo. No obstante, poco después experimentó un gran cambio en su manera de ver a la Iglesia anglicana: al mirarla desde fuera, la vio espontáneamente como una mera institución nacional, aunque nunca la despreció (cf. Apologia pro vita sua, 257-259).

Fue a Roma junto con Ambrose Saint John y estudiaron teología en el colegio de la Congregación Propaganda Fide. Pensando en hacerse religioso, reflexionó sobre muchas órdenes y decidió ingresar en el Oratorio de San Felipe Neri. Aclaro que el Oratorio no son religiosos, sino sacerdotes seculares que, sin votos, vivían bajo una caridad fraterna. El Papa Pío IX dio a Newman autoridad para establecer oratorios en Inglaterra y para ello le permitió adaptar la regla de San Felipe. Newman, después de estudiar intensivamente la historia de San Felipe y su instituto, se dedicó a realizar fielmente la idea de San Felipe en circunstancias muy distintas. El Oratorio fue el marco en el que se desarrolló el resto de la larga vida de Newman. Queriendo fundar muchos oratorios, solo consiguió fundar dos, El primero en Birmingham (en 1848) y el segundo en Londres (en 1849). El dolor lo llevó a ver la realidad, en que muchos de los convertidos se volvieron extremistas y comenzaron a menospreciar a Newman por su moderación, considerándolo sólo católico a medias. Este fenómeno produjo mucha tensión entre los dos oratorios. Finalmente en 1855 se produjo la ruptura entre ambos.

Siguió dando sermones y conferencias por Inglaterra, y escribió “Conferencias sobre la situación actual de los católicos en Inglaterra”. Por estas conferencias fue difamado y su prestigio por Inglaterra quedó bastante rebajado y, en tanto, los obispos irlandeses pidieron a Newman que fundara una universidad católica en Dublín. Era una gran oportunidad para servir a la educación superior del laicado, objetivo de gran importancia para Newman. En 1852 pronunció diez discursos en Dublín sobre la naturaleza y objetivo de la educación universitaria, los cuales fueron publicados como primera parte de su obra “Idea de una universidad”. En ellos, sostenía que apartar la teología de las universidades era menoscabar la plenitud e invalidar el crédito de todo aquello que se enseñaba en ellas. (John Henry Cardenal Newman, «De las incertidumbres a la verdad» por Alfonso Borrero C., S.I.)

De regreso a Inglaterra, fundó escuelas oratorianas y pretendió junto con los obispos ingleses traducir la Sagrada Escritura, cosa que abandonaron los obispos. Asumió la dirección de la revista Rambler, gusto que le duró muy poco, puesto que su obispo le pidió su renuncia al expresarse Newman en su primera edición como encargado de la revista de la consulta a los fieles laicos sobre materia doctrinal.

Newman fue acusado de herejía en Roma. Una carta de Propaganda Fide a Newman no le fue entregada. En Roma se pensó que Newman no quería responderla, lo que creó una mala impresión de él. Newman también sufrió por sus opiniones sobre el poder temporal del Papa: consideraba su poder temporal como algo completamente aparte de su poder espiritual. Muchos ingleses creían que Newman dirigía un movimiento católico secreto para socavar a la Iglesia de Inglaterra. Newman se defendió de esta acusación. El resultado fue la “Apologia pro vita sua”, que apareció en fragmentos semanales de abril a junio de 1864. Newman expuso sin reservas los motivos profundos de su vida al escrutinio de los demás. La franqueza de su relato hizo mella en los ingleses, que en general quedaron convencidos de su integridad.

Antes del Concilio Vaticano I se sugirió desde Roma que Newman podía ser consultor de una de las comisiones preparatorias, pero Newman declinó el ofrecimiento. La forma final de la definición dogmática de la infalibilidad papal fue moderada y fue aceptada por casi todos los católicos. Tras todo esto, recién elegido Sumo Pontífice León XIII, creó a Newman Cardenal diácono de San George in Velabro, a pesar de que muchos lo consideraban demasiado liberal. Por un privilegio extraordinario, se permitió al Cardenal Newman permanecer en su Oratorio de Birmingham.

Los últimos años de vida de Newman transcurrieron en paz, con su comunidad en auge, su escuela, sus numerosas visitas y su correspondencia que llegó a ser más de veinte mil cartas. Sus escritos fueron influenciados en la Iglesia Católica y se usaron en el Concilio Vaticano II. Finalmente murió el 11 de agosto de 1890 y pidió que en su lápida esculpieran las siguientes palabras: Ex umbris et imaginibus in veritatem (“De las sombras e imágenes hasta la verdad”).

El milagro que lo llevó a la Beatificación fue la curación del diácono permanente Jack Sullivan, de 71 años, juez de distrito de Massachusetts. Y el papa Benedicto XVI emitió el decreto declarando milagro la curación se Sullivan, el 3 de julio de 2009. Fue beatificado por el mismo pontífice en Birmingham el domingo 19 de septiembre de 2010.

En la beatificación, el Papa dijo: “El lema del Cardenal Newman, cor ad cor loquitur, “el corazón habla al corazón”, nos da la perspectiva de su comprensión de la vida cristiana como una llamada a la santidad, experimentada como el deseo profundo del corazón humano de entrar en comunión íntima con el Corazón de Dios. Nos recuerda que la fidelidad a la oración nos va transformando gradualmente a semejanza de Dios. Como escribió en uno de sus muchos hermosos sermones, «el hábito de oración, la práctica de buscar a Dios y el mundo invisible en cada momento, en cada lugar, en cada emergencia –os digo que la oración tiene lo que se puede llamar un efecto natural en el alma, espiritualizándola y elevándola. Un hombre ya no es lo que era antes; gradualmente… se ve imbuido de una serie de ideas nuevas, y se ve impregnado de principios diferentes» (Sermones Parroquiales y Comunes, IV, 230-231) (Homilía del Santo Padre Benedicto XVI, Cofton Park de Rednal, Birmingham. Domingo 19 de septiembre de 2010).


Fuente: http://www.preguntasantoral.es/

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