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Las Vidas de los Santos
y Fiestas Litúrgicas

Beatos Cristobal, Antonio y Juan

Niños Mártires tlaxcaltecas

23 de septiembre

En el Estado de Tlaxcala, en México, existen tres niños ejemplares que a partir de una fe total y muy firme nos muestran que defender la causa de Dios es tenerle amor; como decía San Agustín: “No es el sufrimiento, sino la causa, lo que hace auténticos mártires; el mártir no defiende su vida sino su causa que es su convicción religiosa, su fidelidad a Dios y a sus hermanos y ésta se defiende muriendo”. 

El primero niño nació en Atlihuetzía, Tlaxcala, aproximadamente en 1515, de nombre Cristóbal, hijo de Acxotécatl cacique principal, esto es, que después de los cuatro señores en jerarquía seguía él. Acxotécatl tenía cuatro hijos, de los cuales Cristóbal era el mayor y el predilecto. Cristóbal aprendía mucho de la doctrina cristiana al escuchar a los frailes así que pidió el Bautismo, que le fue administrado días después. Al igual que los frailes, predicaba constantemente a su padre y a sus vasallos; sin embargo, su padre no lo tomaba en cuenta, por lo que Cristóbal comenzó a tirar y romper los ídolos de aquél, así como el pulque con que se emborrachaba. Sus vasallos, al ver esto, le dijeron a Acxotécatl quien, enojado, decidió quitarle la vida: Lo tomó de los cabellos, lo tiro al suelo y comenzó a golpearlo cruelemente, con un palo grueso de encina, lo golpeó por todo el cuerpo hasta fracturarle los brazos, piernas y las manos con que se defendía la cabeza, tanto, que casi de todo el cuerpo corría sangre, mientras Cristóbal invocaba a Dios diciendo: “Dios mío, tened misericordia de mí y si tú quieres que yo muera, moriré y si tú quieres que viva, libradme de mi cruel padre”. Viendo que el niño seguía vivo lo mando a arrojar a una hoguera y lo apuñaló. El niño le dijo a su padre: “No pienses que estoy enojado, porque yo estoy muy alegre y sábete que me has hecho más honra de la que vale tu señorío”.

Dos años después del martirio de Cristóbal, llegó a Tlaxcala un fraile llamado Fray Bernardino Minaya, con otro compañero, quienes iban encaminados a la provincia de Huaxyacac y le pidieron a Fray Martín de Valencia que les diese algún muchacho para que les ayudase en la misión evangelizadora. A esta petición le ofrecieron inmediatamente a Antonio y a su criado, Juan, (ambos niños, provenientes de Tizatlán, Tlaxcala). Al llegar a Tepeyacac, Fray Bernardino Minaya envió a los niños a que buscasen por todas las casas de los indios los ídolos y se los trajeran. Ellos conocían perfectamente el lugar y, por ser niños, podían realizar tal empeño sin que peligrasen sus vidas. Para realizar la encomienda se alejaron un poco más de lo determinado para buscar si había más ídolos en otros pueblos.

Fue así que en Cuahutinchán, Puebla, entraron en una casa y cuando estaban destrozando los ídolos, llegaron dos indios con unos leños de encina quienes, sin decir palabra, descargaron su furia sobre el muchacho Juan. Antonio, al ver la crueldad con que aquéllos ejecutaban a su criado, no huyó, sino que soltó unos ídolos que tenía para poder ayudar a Juan, pero ya los dos indios lo tenían muerto y luego hicieron lo mismo con él.

Revivir este relato de nuestros queridos Niños Mártires es adentrarnos en una muerte violenta pero que  implica un sí, una aceptación y sobre todo que va cargada de sentido: dar testimonio de una verdad, la de un Dios único y verdadero. El martirio de estos niños fue posible porque ellos prefirieron sacrificar su vida y optaron por defender sus convicciones.

Es por eso que el trabajo evangelizador que desarrollaron los ahora Beatos Tres Niños Mártires de Tlaxcala, a pesar de su corta edad, pero llenos de amor y de Fe por llevar la Nueva Buena  es enorme, encontraron la muerte al defender su causa.

Recordemos que todos, sin excepción alguna, estamos llamados para trabajar en la viña del Señor.

Oración

Santísima Trinidad, adoro profundamente tu bondad y majestad infinitas, por las fortalezas que diste a los niños Cristóbal, Antonio y Juan, quienes al principio de la Evangelización de México, a pesar de sus pocos años, llenos de amor por extender tu Reino y sin miedo a los sufrimientos, con su palabra y con su martirio, nos dejaron ejemplo de una fe firme y sincera. Por la predilección que tuviste a estos niños, concede la gracia especial que, por su intercesión te pido__________ y la pronta canonización de los niños, si es para mayor gloria tuya. (Padrenuestro, Avemaría y Gloria).


Fuente: http://arquidiocesisdepuebla.mx/

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