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Las Vidas de los Santos
y Fiestas Litúrgicas

San José María Robles Hurtado

Sacerdote, Escritor, Fundador y Mártir Mexicano

26 de junio

La noche del 25 de junio de 1927, antes de ser ahorcado en un árbol de la Sierra de Quila, el Padre José María, en el cuartel de los agraristas de Tecolotlán, Jalisco, escribió estos versos, que sintetizan sus dos grandes amores de sacerdote:

“Quiero amar tu Corazón,
Jesús mío, con delirio,
quiero amarte con pasión,
quiero amarte hasta el martirio.

Al amparo de mi Madre,
y de su cuenta corriendo,
yo, su pequeño del alma,
vuelo a sus brazos sonriendo”.

Este santo mexicano nació en Mascota, Jalisco (en lo eclesiástico perteneciente a la Diócesis de Tepic), el 3 de mayo de 1888, Festividad de La Santa Cruz, y el mismo día fue bautizado. Recibió su Primera Comunión a los ocho años en una capilla dedicada a la Santísima Virgen de Guadalupe, y creció en un ambiente campesino, sano y cristiano.

Durante una misión popular en su tierra natal sintió emocionalmente el deseo de ser sacerdote, lo que empezó a concretarse con su ingreso al Seminario Diocesano Menor de Guadalajara, en 1901. Concluidos sus grados de Secundaria, fueron tales sus progresos en el estudio y su devoción a la Virgen, que el Padre Martín Macías, su maestro, lo escogió para pronunciar un discurso académico sobre la Inmaculada Concepción, en la Catedral Metropolitana. Tenía 15 años de edad.

Devoción mariana cristocéntrica

En el Seminario, José María se había inscrito en la Congregación Mariana, reconociendo a la Madre de Dios como Señora, Patrona y Abogada, y prometiéndole un servicio perpetuo. Cabe hacer notar que las Congregaciones Marianas, fundadas por los Padres Jesuitas en el Siglo XVI, habían dado ya a la Iglesia grandes Santos.

Bajo la protección de María, el joven Robles progresó en virtud, particularmente en el amor apasionado al Corazón de Jesús. Y es que el Papa León XIII, impactado por la vida y los escritos de Luis María Grignión de Montfort, animaba en aquel tiempo a los seminaristas a seguir la doctrina mariana de este apóstol, cuya beatificación el mismo Pontífice acababa de proclamar. Con el tiempo, en 1915, el Padre Robles Hurtado publicaría en Tepic el Libro “Esclavos del Corazón de Jesús en María”, prácticamente un resumen del Tratado de la Verdadera Devoción a María, del Beato de Montfort.

Para septiembre de 1910, México celebraba el Primer Centenario de su Lucha por la Independencia. José María fue convidado por su hermano Juan a viajar a la Capital, junto con el Padre David Galván Bermúdez. Deslumbrados por su visita a la Basílica Nacional de Santa María de Guadalupe, el Padre José María dejó escrito:

“Subimos al altar mayor de la Basílica de Guadalupe, a los pies de la Virgen, y la contemplamos. Cuando volvíamos de La Villa yo venía fuera de mí, por el placer tan inusitado de haber estado tan cerca de mi Madre”. Y terminaba sus recuerdos con estos acentos: “Adiós, Madre Guadalupana, mi encanto, mi esperanza, mi fortaleza; tal vez no vuelva a verte en tu templo; pero no olvides a tu hijo, que te ama y que no te olvidará jamás”.

Presbítero, Fundador Y Mártir

En 1913 recibió el Sacramento del Orden y se le destinó como Vicario de Nochistlán en ayuda del Párroco Román Adame Rosales, futuro compañero de martirio en la persecución religiosa. En el libro de la Liturgia de las Horas, el Padre Robles portaba una estampa de la Virgen María, que llevaba inscrito su firme propósito: “Mi corazón, mi sangre, mi vida, mi muerte, ¡todo te pertenece!” Fue en ese pueblo zacatecano donde fundó la Congregación de las Hermanas del Corazón de Jesús Sacramentado.

En 1920, el 8 de diciembre, Festividad de la Inmaculada Concepción, fue destinado como Párroco de Tecolotlán, que sería el fértil campo de su apostolado eucarístico y catequístico; del florecimiento de su Congregación; un bastión de la Unión Popular de Jalisco; blanco de ataques de los enemigos de la Iglesia, y palestra de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana, ACJM.

Desafiando la presencia de un grupo de soldados federales, apostados en las afueras de Tecolotlán, el 12 de diciembre de 1926, ya suspendido el culto público en todo el país, el señor Cura Robles Hurtado celebró la Festividad de la Virgen Morena del Tepeyac. Unos días después, lloraba la noticia del sacrificio del Padre Jenaro Sánchez Delgadillo, precisamente en su jurisdicción parroquial, en La Loma. “¡Ahora me toca a mí!”, exclamó.

Pocos meses antes, por cierto, había publicado la Poesía “Imposible”, que fue causa de que se girara una orden de captura de su persona. Se trata de un himno de exaltación de la “fe heroica, sublime”, de los mexicanos, “forjada” en el sacrificio, de la mano de “La Virgen Mexicana, la dulce Guadalupana,/ del indio Madre, Reina de Anáhuac,/ que ha robado los corazones de los mexicanos,/ y los guarda, piadosa, en el Tepeyac”.

Su Obra

Causa admiración el que a los 29 años tenga el Padre José María Robles tal sensatez espiritual para dar el enfoque fundamental de su obra: el Instituto Religioso. Indica en pocas palabras el fin principal de la Congregación:

“Amar, reparar y servir habitualmente al Corazón de Jesús en la Eucaristía. Aceptar gustosamente todos los sacrificios, aún el de la propia vida, por extender el reinado de amor del Corazón de Jesús y por la salvación de las almas. Trabajar únicamente por el Corazón de Jesús, en todas aquellas obras en que esté de por medio su gloria y la caridad para nuestros hermanos, por ejemplo: escuelas, catequesis, hospitales, asistencia de enfermos, asilos, etc.”.

Sus ansias por la realización de su proyecto, se deducen por sus escritos:

“Considero no tener mayor felicidad que la de entregar muchas almas al Corazón divino. Nuestra fundación es mi idea capital, la dulce esperanza que alienta mi pecho, y el fin de mi vida sacerdotal.”

Después de su martirio las noticias desalentadoras pululaban por doquier: “La Obra del Padre Robles, muere…”. Dispersas las Religiosas, obedeciendo prudentísima orden de recogerse con sus familias, esperaban y oraban…

Su Obra la confió a Dios y a la Santísima Virgen: no morirá, imposible perecer…

“No os engaño, siento íntimamente que vuestra Congregación es Obra del Corazón Eucarístico de Jesús, y que subsistirá si respondéis a las divinas exigencias, y dará copiosos y perennes frutos”.

La formal aprobación diocesana de la fundación fue dada el 11 de julio de 1933, por el Arzobispo Orozco y Jiménez, autorizado a su vez por la Sagrada Congregación de Religiosos de Roma, seis años después del martirio de San JOSE MARIA.

El 26 de enero de 1963, después de 45 años de estar solicitándola con perseverancia, el Papa Juan XXIII dio la aprobación definitiva de la Congregación.

La Congregación creció rápidamente. Las bases de su expansión han sido, de una parte el que ofrece un camino a la santidad personal y, de la otra, el que para lograr dicha santidad se apoya en un apostolado muy humano. Enfermos, huérfanos, ancianos, pobres, ignorantes, así como niños y jóvenes deseosos de aprender, encuentran en las “Hermanas del Corazón de Jesús Sacramentado” un apoyo sólido y cariñoso, ya sea para aliviar su dolor o en sus deseos de crecer en sabiduría y santidad.

Cabe destacar que la semilla del Apostolado sembrada por San José María también ha dado frutos en África. A la fecha se cuenta con un grupo de 6 Hermanas Profesas y 12 Novicias de Angola, África. Así mismo en Perú, donde hay 3 religiosas de nacionalidad peruana.

Un deseo hecho realidad.

Uno de los grandes deseos de San José María era el de fundar, junto con la Congregación de Hermanas, una Congregación de Hermanos Sacerdotes. El padre Félix Rougier le recomendó dedicar todos sus esfuerzos a la fundación de una sola rama pues eran tiempos difíciles.

A través de la Congregación Hermanas del Corazón de Jesús Sacramentado y después de su fructífera labor en las misiones en África, fue aprobada por el Sr. Obispo Eugenio dal Corso, de Saurimo, Angola, la rama masculina en la Congregación, estando actualmente algunos aspirantes en preparación en el Seminario de Saurimo. 

Existe también un grupo de Misioneros Laicos del Corazón Eucarístico de Jesús, proyecto iniciado por la Madre Clara Genoveva HCJS, que se dedican a apoyar a las religiosas en los lugares donde existen misiones; por ejemplo en la región de las Huastecas: Huejutla, Hgo. y Tamazunchale, S. L. P. 

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